17/11/2024
Encaramos el domingo centrados aún en las películas a concurso, de viaje por Dinamarca, Francia y Bélgica, cada vez queda menos para elegir la que pensamos, debería ser la ganadora del premio 'Gato Rabioso' que otorga la prensa, mientras no dejamos tampoco de votar como público, en esa búsqueda por intentar hacer pleno, con la mirada ya inquieta de tener los cortometrajes a la vuelta de la esquina, los cuales también habrá que seleccionar de cara a los galardones.
En lo personal, tantas películas comienzan a pasar algo de factura, es un cansancio asumible, las prisas, las carreras, el dormir poco, todo forma parte de esos benditos nueve días de pasión fancinera, en los que no debemos levantar mucho la voz, porque solo con imaginarnos el enorme trabajo que tienen los miembros de la organización, a los que les faltan horas al día para estar pendientes de todos los detalle, los invitados, y las mil cosas que surgen cada jornada, solo podemos decir gracias, y animarles a echar el resto tras alcanzar el meridiano del evento.
Curiosamente hoy analizamos la que podría ser la mejor propuesta a concurso, 'Maldoror' de Fabrize du Welz, un potente policíaco criminal con el que el director de Alleluia vuelve a colocarse favorito de cara a los premios, en contraposición a 'The End', del terrorista nuclear Joshua Oppenheimer, uno de los mayores espantos que un servidor recuerde haber visto en el Festival en años, mientras el Señor Quentin Dupieux, garantía fancinera pura de oliva, (y quizá la más Artifigencia Intelicial de todas las aspirantes) mira de reojo con su particular estilo, pleno de originalidad, para asaltar en los galardones a su vecino belga.
La sala 3 del Cine Albéniz acogió el encuentro con el equipo de ‘Tóxico’, la primera película del realizador valenciano Lorenzo Lerín. Acompañado por Lorenzo Sánchez, su padre y productor de la película, y Jon López, actor principal, el joven cineasta ha presentado este relato que sigue el último golpe de un grupo de ladrones de poca monta, aunque no todo sale como lo habían imaginado. Entonces sus vidas se entrelazan en una espiral de manipulación, dependencia y autodescubrimiento en la que, a través de encuentros cargados de tensión, profundiza en los efectos de la toxicidad emocional en las conexiones humanas.
Los más pequeños de la casa tuvieron un hueco especial reservado en Fancine, durante la mañana de este domingo en el Contenedor Cultural. Allí se han llevado a cabo los talleres diseñados en colaboración con la asociación Misul para el público infantil. En dos sesiones, a las 11:00 h y a las 12:30 h, los niños a partir de 4 años han pintado y montado robots articulados, mientras que los mayores de 10 años han diseñado y ensamblado lámparas inspiradas en Iron Man, con ojos iluminados. Estas actividades, que han llenado de risas, carreras y creatividad el jardín del vicerrectorado de Cultura, han reunido a más de 80 participantes en un entorno familiar y lúdico, dejando como resultado originales creaciones que las familias se han podido llevar a casa.
Para hoy lunes, se completan las películas a concurso con las dos últimas propuestas de esta 34 edición, la francesa 'The Soul Eater,' la nueva película del tándem formado Alexandre Bustillo y Julien Maury, dos viejos conocidos del Fancine, y la estadounidense 'Azrael', con Samara Weaving de protagonista.
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- Largometrajes a Concurso:
MALDOROR
Durante la década de los noventa, la desaparición de varias niñas sacudió a la sociedad belga, que asistió atónita a la torpe actuación por parte de los diferentes cuerpos policiales y judiciales, convirtiendo el caso en un suceso que fue más allá de lo luctuoso, y que llegó incluso a sacudir los cimientos de las diferentes instituciones del país.
- Sección Informativa:
El realizador Fabrize du Welz, vivió siendo joven, al igual que el resto de compatriotas, los sucesos que ahora expone en Maldoror, un thriller potente, que al igual que sucedía en la brillante Alleluia (2014), reconstruye hechos reales, aunque desde un punto de vista menos compulsivo que en aquella, centrando la historia en un gendarme que lleva poco tiempo en el cuerpo, pero que se toma su trabajo bastante más en serio que el resto de sus compañeros, llegando a intuir que un sospechoso al que interroga, podría estar relacionado con la desaparición de dos niñas, asunto que tiene en vilo a toda la opinión pública belga.
Decidido a contar los hechos de manera minuciosa, du Welz se toma su tiempo, unos 150 minutos, para desarrollar su particular relato policial y criminal, que no escatima recursos argumentales, para desarrollar la historia personal de su peculiar antihéroe, el cual está a punto de casarse con una chica de origen siciliano, aportando una notable carga costumbrista y de constrastes en el aspecto familiar, como factor clave con el que potenciar la parte más emocional de un film, que evoluciona justamente en esa dirección, para sacudir los sentimientos y la sensibilidad al límite de sus personajes.
Ambientada durante la década de los noventa, Maldoror cuida los detalles analógicos propios de la época, jugando con la fotografía y la puesta en escena de manera adecuada, a través de un montaje muy eficaz e impetuoso, que sin duda compone el mejor de los apartados técnicos que luce un film, por lo general bastante inspirado en dicho sentido, con el mérito añadido de no contar con un presupuesto made in Hollywood, pese a no parecer haber sufrido aparentemente, ninguna escasez económica en su producción.
Sin recurrir especialmente a la truculencia, ni dotar a los escenarios de una excesiva carga insalubre, el realizador se las arregla para mostrar el suficiente respeto por las víctimas, y centra su foco en la pésima relación entre las fuerzas y cuerpos de seguridad de un estado, amenazado por la pasividad institucional, y por una posible corrupción, que podría arraigar en las más altas esferas, un aspecto donde quizá sí le sobre al film una pizca de conspiranoíca reiteración.
Del reparto, señalar en el plano secundario la presencia del francés Laurent Lucas, que ya protagonizará Alleluia junto a Lola Dueñas, demostrando el gusto del realizador por nuestros actores, ya que en Maldoror ofrece un papel clave a Sergi López, que está fascinante y muy convincente en su faceta como animal despreciable, mientras Anthony Bajon se esfuerza al máximo como protagonista, en lucha constante contra los elementos, observado por los perfiles más veteranos, entre los que destaca la siempre estimable colaboración de Béatrice Dalle, una de las inolvidables damas oscuras del terror galo.
Finalmente, Maldoror sirve a Fabrize du Welz, para erigirse como uno de los nombres más a tener en cuenta en el panorama europeo actual, su estilo contundente, dotado del virtuosismo necesario, le convierte en el realizador ideal para encarar los diferentes relatos criminales que se pongan a su alcance, y por lo visto hasta la fecha, mejor si se basan en hecho reales. Un trabajo que recorre con acierto los diferentes dilemas morales, entre la justicia y la venganza, que tan desgraciado y trágico suceso arroja, implicando hábilmente al espectador en su particular viaje.
- Largometrajes a Concurso:
THE END
El formato postapocalíptico parece vivir un nuevo resurgir, impulsado por un par de exitosas series televisivas, a caballo entre la literatura y el cada vez más pujante mundo de los videojuegos, y que gracias a un enfoque más actual y dinámico, ha vuelto a despertar el interés del respetable hacia este curioso híbrido del cine de ciencia ficción y fantasía.
Tras llamar la atención en 2012 con la premiada 'The act of Killing', el estadounidense Joshua Oppenheimer presenta su primer trabajo alejado del terreno documental, el cual porta curiosa bandera danesa, para presentar la historia, a partir de su propio guión original, de una de las últimas familias sobre el planeta, la cual se ha refugiado en un búnker bajo tierra, tras haberse producido el cataclismo unas décadas atrás.
Hay géneros que no admiten demasiada experimentación, y de base, convertir en musical clásico, de ese irritante y rancio que ya no se lleva, en el que de cualquier conversación los personajes se ponen a cantar, tampoco parecía a priori la mejor combinación para sumar al aspecto apocalíptico, por mucho que la dichosa manía de ser lo más original posible, traspasando cualquier línea roja, planee siempre sobre la mente de los autores más pretenciosos.
Aún resulta más doloroso, que contando con un presupuesto holgado, que le permite desarrollar su idea en un escenario visualmente adecuado, una mina de sal abandonada donde la familia protagonista ha instalado su refugio, y recurriendo a un reparto de excelentes actores, entre los que destacan Tilda Swinton y Michael Shannon, el realizador haya perpetrado un trabajo tan insustancial, que recorre tímidamente algunas psicosis por el encierro o la supervivencia, con un ritmo cansino y hasta desentonado en su inserción de números musicales, que además se extiende durante 150 minutos de insufrible sopor.
Si algo se puede destacar del film, aún en la parte interpretativa, son los trabajos de George MacKay y Moses Ingram, que por su juventud y con el cambio de registro, pueden añadir la experiencia a su currículum, arropados por un grupo de actores más veteranos, que sencillamente disfrutan de la experiencia que The End les ofrece, como producción de corte totalmente alejado a lo que suelen ejecutar como intérpretes.
Precisamente, la evolución del personaje de Mackay, alguien que jamás ha conocido el mundo exterior, en yuxtaposición al de Ingram, una de las últimas supervivientes del yermo devastado, la cual llega para alterar el ritmo y las costumbres de los habitantes del refugio, era justo lo que la cinta necesitaba, y en su primer tramo, hasta que el espectador es ahogado por el nudo del tedio, Oppenheimer muestra ciertos destellos en esa dirección, apuntando algunas escenas genuinas para el género, las cuales se quedan desgraciadamente en meras observaciones, que no acaban por concretarse en ninguna dirección óptima.
Finalmente, si el cine debe despertar ante todo un mínimo de entusiasmo, eso es algo que a Oppenheimer parece preocuparle más bien poco, tras lanzar su particular bomba atómica sobre The End, se sienta a esperar el vacío narrativo, y es capaz hasta de mostrar a sus personajes de manera plana y ridícula en muchos segmentos, proveyéndoles de dudosas actitudes morales o emocionales, mientras adorna la cinta con una vocación musical desconectada, que a veces se queda incluso en silencio de manera incomprensible, convirtiendo tan peculiar viaje en un auténtico espanto, y revelando al film, como uno de los títulos más reprobables de los últimos años.
- Largometrajes a Concurso:
EL SEGUNDO ACTO
Quien iba a pensar, atendiendo a sus orígenes como realizador, que el francés Quentin Dupieux iba a conseguir, a pesar de portar ese inherente surrealismo creativo, ese preciado estatus de autor, tan codiciado por muchos, pero seguramente ignorado por Mr. Oizo, seudónimo por el que es conocido en su faceta de productor musical.
Finalmente, el último delirio de Mr. Oizo, esconde entre su planteamiento aparentemente sencillo, un estudio deconstruido sobre el proceso creativo, y el propio género de comedia, quizá el más complejo de todos, piedra de toque sobre la que poder reflexionar sobre el propio futuro del cine, como concepto clásico, ejecutando un sorprendente trabajo de madurez creativa, y dejando para el último momento un sentido homenaje, donde recorre el esqueleto artesanal que contempla gran parte de la cinta.
Quizá la clave sea esa, porque a Dupieux se le puede acusar de mucho, pero para nada de ser un autor pretencioso, menos aún, cuando su cine lleva evolucionando positivamente, y haciendo más cómplice al espectador, básicamente desde que aquella chaqueta de piel de ciervo, Le Daim (2019), provocara un punto de inflexión, que si bien no renunciaba a su particular estilo, si conseguía mejorar ese discurso excesivamente absurdo de sus primeras obras.
Como no podía ser de otra forma, y a partir de su propio guión original, el realizador galo presenta en este segundo acto a dos parejas, una formada por un padre y su hija, y la otra por dos amigos, los cuatro caminan por separado hacia un punto de encuentro, conversando sobre las diferentes intenciones de dicha reunión.
Sin apenas tiempo para desarrollar la historia de ficción, Dupieux sorprende rápidamente rompiendo la cuarta pared, y entrega el relato a un ejercicio de metacine, donde cuestiona desde el ego de los actores, hasta la posible inserción de la inteligencia artificial, como peligroso futuro cercano en el que acabe por controlar todas las facetas de la producción, mientras como curiosidad entre sus escenas, en las que destacan de inicio, un par de planos secuencia sin cortes bastante virtuosos, se menciona al maestro Paul Thomas Anderson como el realizador más importante del planeta cine, a lo que hay que añadir que no se exagera lo más mínimo.
Entre los aspectos más positivos, se encuentra el esfuerzo de un entregado póker de actores, entre los que destaca el veterano Vincent Lindon, y la enorme Léa Seydoux, una de esas miradas femeninas eternas del cine. El enfrentamiento inicial entre ambos, pleno de temperamento, se asocia a los diálogos más incorrectos entre Raphaël Quenard y Louis Garrel, que evocan esa vena provocadora que siempre suele portar Dupieux en sus películas.
IF YOU WERE THE LAST
Debut en el largometraje de Kristian Mercado, un realizador habitual de vídeo musicales, a partir del guión original de Angela Bourassa, en el que dos astronautas que se encuentran a la deriva por el espacio, desde hace unos tres años, y cuya situación no parece tener una solución fácil, comienzan a hacerse una serie de reflexiones más delicadas, aprovechando la buena relación entre ambos.
Finalmente, ya era complicado mantener el tono con un discurso tan blanco, pero al menos el sentido del humor genuino, la buena labor de los actores, y ese resultón y original diseño de producción, así como la buena a selección de escogidos temas musicales, se las arreglaban para estabilizar la historia entre lo agradable y lo sorprendente, una lástima que Mercado y su equipo no hayan sido más valientes, a la hora de encarar un desenlace menos previsible, y sobre todo, menos sensiblero.
Aprovechando ese impulso pop, que aún proporciona aquella década prodigiosa que fueron los 80 del siglo pasado, If You Were the Last construye una modesta pero coqueta aventura espacial, cuyo diseño de producción artesanal, de formas siderales minimalistas, unidas al uso intenso de los colores primarios, suponen un reclamo de lo más interesante, sobre todo para los que busquen algo diferente a nivel estético dentro del género.
Ciencia ficción modesta, que enfoca su relato íntimo entre las cuatro paredes de una nave, que bien parece funcionar bajo el criterio de los 8 bits, mientras sus protagonistas realizan continuos homenajes al cine popular de finales de los 70 y la década de los 80, con especial atención a 'La Princesa Prometida', y el momento 'Alien, el octavo pasajero', muy bien hilado por afrontar ese terror espacial, mientras sus dos principales personajes andan a la deriva por el infinito.
En ese punto, hay que destacar el esfuerzo estimable de sus protagonistas por hacer creíbles los argumentos que la cinta expone, tanto Anthony Mackie, como en especial Zoe Chao, están impecables en sus respectivos roles, y mantienen atractivo ese posible romance sobre el que tanto conversan, mientras diferentes situaciones de supervivencia, se suceden en su particular periplo.
Un trabajo que funciona bien mientras teoriza sobre las futuras posibilidades, pero que naufraga estrepitosamente en su segundo tramo, cuando la tediosa parte emocional se hace dueña de la trama, y todo se vuelve convencional, rutinario, y profundamente anodino, desperdiciando todos los hallazgos de su exposición original.
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