Si existe una técnica noble dentro del mundo de la animación, esta es sin duda el uso del Stop Motion, una forma artística de expresión que requiere de enorme creatividad y paciencia. Justo las características que parecen definir al australiano Adam Elliot, un profeta en las antípodas de lo convencional, que ha entregado su vida a tan particular y reconocible estilo.
Puede parecer un poco exagerado, pero Elliot tiene ya algo más de 50 años, y en su haber suma con estas memorias un par de películas, y apenas cinco cortometrajes, uno de ellos, Harvie Krumpet, premiado con un Oscar en 2003, en una carrera que ha durado tres décadas, la prueba de lo difícil que resulta elegir un camino tan meticulosamente complejo.
La Clayografía, término acuñado por el propio realizador para definir sus historias biográficas en Stop Motion, presenta en Memorias de un Caracol a Grace, que desde niña ha sido un ser inadaptado y solitario, pese a su estupenda relación con su hermano gemelo Gilbert, y con la anciana Pinky, una extravagante anciana que ocupa de algún modo el lugar de su madre, que falleció tras dar a luz a los dos hermanos. A través de su propia narración en off, Grace nos guiará por los difíciles acontecimientos sucedidos a lo largo de su vida.
Precisamente con Mary and Max (2009), el primer largometraje de Elliot, Memorias de un Caracol comparte no sólo los diseños en plastilina, también los pequeños detalles de su particular universo, y unos personajes muy similares, así como el tono de fábula adulta, que aproxima las historias de Mary y Grace hacia el mismo plano geográfico y afectivo.
Un trabajo genuino en lo emocional, con unos personajes diseñados con una especie de original fealdad, que en realidad persigue con éxito, que el espectador se enamore de ellos, por mucho que el estilo y las formas, requieran una audiencia no ya que sea adulta, sino más bien madura y consciente, ante los vaivenes anímicos a los que se van a ver sometidos.
La parte técnica es evidentemente, el primer reclamo que todo aficionado a la maestría, por lo extremadamente minucioso, deberá atender, pero siendo justos, la historia consigue ser tan poderosa en lo dramático, que en algunos momentos el espectador olvida ante que clase de película se encuentra, para entregarse plenamente a los giros y situaciones que contiene, y que se equilibran argumentalmente entre la conmoción y lo fascinante.
Finalmente, Memorias de un Caracol aspira, al igual que su realizador, a ocupar un destacado lugar de culto, como prodigiosa pieza de artesanía, que no solo reduce sus logros a la parte estética, preocupándose por resultar igualmente relevante en la historia de sus personajes, golpeados por los azares de la vida, entre brillantes metáforas sobre el encierro, y la necesidad vital de hacer frente a la adversidad, conceptos que van alejando el depresivo planteamiento inicial, para ir poco a poco, con lentitud pero la firme seguridad de un gasterópodo, dejando sitio a la esperanza.
- Películas del 34 Fancine: Festival de Cine Fantástico Universidad de Málaga -
0 Comentarios