El fabuloso material con el que se modelan los sueños, en el universo de la nueva carne.




Resulta curioso, pese a la enorme pretenciosidad general que los contempla, que nuestro vecino francés haya tomado una destacada posición de privilegio en este nuevo siglo, en lo que al cine de terror se refiere. Una nueva hornada de jóvenes realizadores, han aprovechado el espacio de mayor libertad creativa que ofrece el país galo, para tocar todos los resortes de un género, siempre tendente a llamar bastante más la atención del respetable en el panorama comercial.

Precisamente, y porque también nos encontramos en el siglo de la mujer, si antes fue Julia Ducournau con las brillantes ''Crudo' (2016) y 'Titane' (2021), la que ahora prueba fortuna para ingresar como miembro de honor del peculiar Club Kafka, es la también francesa Coralie Fargeat, que con su segunda película como realizadora, y a partir de su propio guión original, propone la aparición de un nuevo producto, en forma de brebaje, que tras alterar la misma composición celular, proporciona una nueva versión de uno mismo, más joven, y más perfecta, pese a que quizás pueda contener algún pequeño defecto secundario.

Es imposible obviar, que bajo cualquier manifestación cinematográfica de carácter kafkiano, se encuentra, por derecho propio, la sombra del maestro David Cronenberg, algo que en La Sustancia se cumple no sólo en el aspecto orgánico, que siempre contempla ese interesante concepto sobre la fragilidad del cuerpo humano, también en ese planteamiento, aún con leves pinceladas, de escenario distópico muy cercano en el tiempo, lo que ayuda a intensificar el tono fantástico, al tiempo que se manifiestan ciertas formas de crítica social, muy extrapolables a la época actual.

Un trato fáustico, que enfatiza sobre la cultura del éxito y la tiranía de la imagen, Fargeat se las arregla para indagar en el universo de la nueva carne, sin descuidar el ejercicio de estilo, a veces deslumbrantemente simétrico, con claros homenajes al cine de grandes autores como Stanley Kubrick, o David Lynch, mientras lanza su particular mensaje, y lo grotescamente bizarro se adueña de manera progresiva del metraje, alcanzando un grado de locura genuino, que funciona en el espectador como un chute de adrenalina similar a la propia esencia del film, pese a los excesos finales, haciendo contagiosa esa rabia incontrolada que recorre los mejores pasajes de la cinta.

En los apartados técnicos, y aquí es de justicia mencionarlo, destaca por encima a de todo el excelente trabajo de maquillaje, indispensable para mostrar ese efecto de transformación, bien secundado por una fotografía que enfatiza el tono vistoso de un film, que requiere especialmente de lo visual tanto en la forma como en el contenido.

Recordando aquello que decía, que siempre hay un último gran papel para toda estrella de Hollywood, Fargeat recurre a un casting capitaneado por dos viejas glorias del cine norteamericano de finales del siglo pasado, y tanto Dennis Quaid, algo excesivo, pero adecuado para su papel, como sobre todo Demi Moore, reina imperial de tan particular metamorfosis, brillan notables acompañados por una cada vez mejor Margaret Qualley, una actriz que indudablemente, pronto acaparará el protagonismo de grandes producciones.

Finalmente, y tras alzarse con el premio al mejor guión en el prestigioso Festival de Cannes, Coralie Fargeat ha logrado con 'La Sustancia', ingresar en el prestigioso Club Kafka, al tiempo que ejecuta un logro bastante inusual, unificar tanto a creyentes del cine de horror corporal, como a espectadores más convencionales, gracias al enorme cuidado estético y el entusiasmo narrativo con el que aborda la historia, un trabajo que transita desquiciado y libre hacia ese olimpo de culto, mientras se conforma con erigirse como una de las más originales y sorprendentes películas del año.









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