'Crítica a 'Dune: Parte Dos': Dennis Villeneuve completa su obra, más oscura, más solemne, fantasía ci-fi de calidad.

 



'En estos tiempos la sustancia más apreciada del universo es la especia melange, especia que extiende la vida, especia que expande la consciencia, la especia es vital en los viajes espaciales, la cofradía del espacio y sus navegantes, a quienes la especia ha venido mutando durante cuatro mil años, utilizan el gas de especia naranja, que les confiere la facultad de plegar el espacio, es decir, de viajar a cualquier lugar del universo sin necesidad de moverse'
Tras hundirse hasta las rodillas en la arena del planeta Arrakis, pero salir sustancialmente airoso, Dennis Villeneuve acomete la segunda mitad del Dune de Frank Herbert con el impulso necesario, y la garantía de haber enfocado un texto tan insondable e inabarcable, con el acierto necesario, sin abandonar ese carácter de odisea megalómana que contiene tan particular tótem de la ciencia ficción, y haciendo frente sobre todo, al carácter maldito que la obra contiene como adaptación.
Como segunda mitad, la cinta mantiene claros los conceptos, la política, el fanatismo, los peligros de la conolización, el catastrófico impacto medioambiental, son entre otros, argumentos universales siempre de actualidad, para los que el realizador canadiense ha vuelto a contar con el guionista Jon Spaiths, en un mano a mano que prescinde de Eric Roth, presente en el primer segmento, pero que aún así mantiene aspectos básicos de la obra de Herbert, tales como la constante amenaza del fracaso.
Una de las mayores virtudes de Dune, ha sido el mostrarse siempre como un vistoso lienzo en blanco, sobre el que poder desarrollar algunas variaciones sobre la propia novela, dada la complejidad de muchos de sus pasajes, un matiz que debe traer siempre a la memoria, el esfuerzo titánico de ese inclasificable genio llamado Alejandro Jodorowski, que ya a mediados de los setenta intentó llevar acabo la odisea sin éxito, culminando la que sin ningún género de dudas, es la película más influyente de la historia del cine, pese a que, y como puede verse en el sensacional documental 'Dune de Jodorowski' (2013), nunca llegó filmarse, aunque si consiguió preñar con su cautivadora imaginación, a la mayoría de películas de fantasía de finales de los setenta, los ochenta, e incluso más allá.
El carácter frío e impersonal de Villeneuve, vuelve a sentarle bien a una historia, que en palabras del propio realizador, debe verse como una experiencia sensorial e inmersiva, mientras que el poderoso aparato visual se ocupa del resto, justo en ese punto donde el canadiense tiene buena mano, como visionario portador y responsable de escenas verdaderamente deslumbrantes, que igualmente aprovechan el enorme impulso técnico, en aspectos como la más que inspirada batuta de Hans Zimmer, o el excelente trabajo de Greig Fraser en la fotografía, dentro de un concepto artístico que cuida especialmente el diseño de producción, el sonido, el vestuario, y en general todos esos factores determinantes para que una producción de tales características, tan dependiente de lo visual, luzca de manera convincente.
Algún destello de las ideas originales con las que Jodorowski interpretó la historia de Paul Atreides, parece haber intrigado a los responsables del film actual, en concreto lo de desvestir del carácter mesiánico a Muad'dib, o al menos amortiguar su impacto, más allá de su lógico liderazgo, algo que añade seriedad y consistencia a un relato, que si bien a veces avanza algo atropellado, por inabarcable, consigue asentar sus conceptos también en lo inmaterial, que de lo material ya se ocupa su fastuoso fondo de armario.
Cabe destacar, que esta segunda mitad no requiere ya de la presentación de personajes, pese a añadir a los que faltaban, aquel atasco en la amalgama de caracteres de la cinta anterior, queda superado para el espectador y permite al realizador alcanzar mejores cotas de solemnidad, gracias a que algunos factores como la ambición o el terror, casi todos derivados del espectro Harkonnen, que se quedaron algo desdibujados en el capítulo inicial, cobran aquí mayor relevancia, mejor expuestos sobre la base de una historia que no hay que olvidar, esta ambientada más allá del año 10.000, y está sujeta a profundas raíces ético filosóficas.
Con la vista puesta en los clásicos, es casi obligatorio que la mitología del conflicto en Dune, transporte al espectador a las mejores batallas fílmicas de antaño, algo que por otra parte, es una de las intenciones declaradas por el propio realizador desde los orígenes de la producción anterior, y uno de los verdaderos triunfos del Dune de Villeneuve, una vez se pueden contemplar ambas mitades como un todo, sin el carácter inconcluso que portaba la cinta predecesora, algo indigesta en sus conclusiones, por cierto exceso de apático misticismo, que ahora encajan mejor por el lógico compromiso del protagonista con los Fremen, los autóctonos pobladores de Arrakis, legítimos  propietarios de sus secretos y recursos.
Del reparto, se añaden nombres ilustres como el del siempre deseado Cristopher Walken, que da vida al Emperador con su vena canalla, en este caso más severa, o Florence Pugh como su hija, la princesa Irulan, así como un inquietante Austin Butler, que se pone en la piel de Feyd-Rautha, el otro sobrino del Baron Harkonnen, mientras las otras dos jóvenes promesas mantienen el protagonismo. 
Aún odiado por muchos, Timotheé Chalamet convence en su transición de Paul Atreides a Muad'dib, bien acompañado por Zendaya, con la que consigue profundizar con cierto interés en la relación entre ambos, bien arropados desde el plano secundario por actores y actrices de la talla de Rebecca Ferguson, Stellan Skarsgård, la veterana Charlotte Rampling, o nuestro Javier Bardem, que vuelve al papel de Stilgar, uno de los líderes Fremen en el codiciado planeta de la especia.
Finalmente, si la primera mitad no era, pese a su destacado triunfo económico, un film especialmente comercial, al menos por los esfuerzos de comprensión que requiere una historia tan densa, esta segunda entrega, bastante más oscura, tampoco parece el tipo de película que el gran público pueda disfrutar, aunque teniendo en cuenta el éxito de su antecesora, cualquier se atreve a afirmar que serán pocos los que no quieran volver con destino Arrakis, a completar un trabajo que indudablemente, juega con rotundidad sus mejores bazas, en su mayoría de carácter estético y sensorial, para hacer realidad Dune de Herbert en imágenes, y transportar al espectador a su mundo de fantasía con sólidos argumentos, esos mismos que la novela acabó por insertar en innumerables manifestaciones artísticas, de infinita influencia en la ciencia ficción, y por ende, en la cultura popular contemporánea.








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