Crítica a 'La Zona de Interés': Jonathan Glazer normaliza el Holocausto en el epicentro del horror.


 La proliferación de obras fílmicas sobre el holocausto, pieza indivisible de los acontecimientos más oscuros sucedidos durante la II Guerra Mundial, tenía inevitablemente que desembocar en acercamientos más creativos, que de algún modo alejaran ese esquema repetitivo, lo que ha permitido recientemente que incluso la sátira, a través de títulos como 'Jojo Rabbit' (2019), del neozelandés Taika Waititi, por aquello que decía  el maestro Woody Allen sobre que la comedia es tragedia más tiempo, se asomen con una mirada diferente al espectro devastador, provocado por la injerencia a nivel planetario del partido nacional socialista alemán.

Con una mirada diametralmente más seria que la de Waititi, pero con una vocación similar por no resultar reiterativo, el británico Jonathan Glazer, gurú de culto de trabajos tan cojonudos como 'Sexy Beast' (2000), o la compleja pero no menos hipnótica 'Under the Skin' (2013), centra su mirada en la familia Höss, donde Rudolf, cabeza de familia, es el comandante responsable de Auschwitz, epicentro del exterminio.

Basada en la novela de Martin Amis, la cual adapta el propio Glazer, lo primero que destaca en 'La Zona de Interés', es que en ningún momento se ve la actividad dentro del campo, la acción se centra en la casa familiar anexa al perímetro del mismo, la cual está separada por un muro, un planteamiento desconcertante, en el que el espectador asiste a la cotidianidad de los Höss, en sus aspectos más lúdicos y domésticos. 

Impecablemente rodada, incluso experimental por momentos, con su propia fábula insertada y arrastrada al vacío más perturbador, el film destaca por esa capacidad de mantener la distancia, recurriendo a un espectro sónico aterrador, que nunca abandona a unos personajes ajenos al enorme sufrimiento que les rodea, generando esa inquietante normalización del holocausto, factor que por otra parte, supone el mayor rasgo de originalidad que porta la cinta.

Con una puesta en escena apabullante, de enorme gelidez expositiva, Glazer se apoya en una casi inexistente música de Mica Levi, limitada prácticamente al prólogo y el epílogo en su aspecto más convencional, mientras ese mencionado carácter experimental se adueña también de la partitura, ayudando a crear aún una mayor sensación de desasosiego, en un trabajo que se mueve bastante mejor entre las cuatro paredes del escenario casi único, el cual solo abandona para mostrar ciertos espacios de naturaleza estival, y cuando muestra reuniones de la jerarquía nazi a nivel militar y aristocrático, más bien avanzado el metraje.

Del reparto, un grupo de actores alemanes muy bien escogidos, destaca el protagonismo de La Reina de Auschwitz, una inquietante Sandra Hüller, como esposa del comandante Höss, la cual cierra un año triunfal, tras participar, también como protagonista, en la reciente Palma de Oro del Festival de Cannes, la igualmente recomendable 'Anatomía de una Caída', de bandera francesa, y que básicamente, define a la actriz como una de las más destacadas interpretes en el panorama europeo actual.

Finalmente, 'La Zona de Interés' es de esos trabajos simétricos de autor, difícilmente recomendables fuera de un circuito puramente cinéfilo, ningún consumidor de productos manufacturados debe acercarse a ella, si no quiere experimentar otras formas de horror a los que alude el film, el cual requiere un destacado esfuerzo de introspección emocional. Justo para esa minoría, los que consigan superar la aparente apatía que porta la cinta, y siempre con un estado de ánimo adecuado, encontraran la recompensa de una obra diferente y verdaderamente audaz, sobre un tema expuesto hasta la saciedad en la cultura contemporánea.




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