'La Espera' y 'Blood', dos estrenos destacados de la semana.

 

Existe otro cine español, menos dado a florituras, más cercano a ese sello de autor codiciando por muchos, pero que no todos merecen.

Ambientada en los años setenta, en la Andalucía más rural, 'La Espera' supone el tercer largometraje de F. Javier Gutierrez, a partir de su propio guión original, un relato cocinado a fuego lento, según sus propias palabras, que en origen, no deja entrever el particular descenso a los infiernos, bastante más literal de lo esperado, que va a sufrir su protagonista.

Eladio vive con su mujer y su hijo, cuidando como guarda una finca aislada, tiene la confianza del dueño, pero tras hacerse cargo de una montería, recibe una oferta para superar el número de cazadores por puesto, a cambio de un soborno.

El planteamiento inicial, evidencia su contacto con una película mítica del cine español, 'La Caza' (1966), de Carlos Saura, la cual aparece en los agradecimientos de los títulos de crédito finales, pero alcanzado el meridiano, gira hacia su propio terreno, una vez planteada, con cierta previsibilidad, el peligro que parece amenazar a sus protagonistas, la cinta evoluciona desde el misterio, hacia conceptos más propios del cine de terror, mostrándose más original, pero también algo menos convincente.

Un trabajo sobrio, que muestra con nitidez ese calor asfixiante del campo andaluz, con su cuidado gusto por los detalles, y sus matices austeros, esos que cualquier que pertenezca a la generación ahora comprendida entre los cuarenta y los cincuenta años, sabrá reconocer sin problemas, y que suponen todo un punto a favor, en cuanto a ambientación y calidad técnica se refiere, con unos excelentes trabajos de fotografía y maquillaje, este último especialmente inspirado en la segunda mitad del film.

Del reparto, destaca el gran trabajo de Víctor Clavijo como protagonista, dotando de una enorme credibilidad a un personaje, cada vez más expuesto a los demonios de la locura, mientras buenos actores como Manuel Morón o Pedro Casablanc, prestan su físico y su voz a perfiles costumbristas muy bien dibujados.

Finalmente, F. Javier Gutierrez merece con su último trabajo, que se le tenga en cuenta para ese sello de autor, sobre todo por su capacidad para planificar un film, dotado de ese aspecto comprometido que todo realizador debería abrazar, para acabar resultando genuino y reconocible, gracias a que saber dotar a 'La Espera' de un estilo sobrio, que pese a arrastrar esa lentitud general, que a veces provoca reiteración, acaba por ser en suma relevante.


El cine de terror independiente, siempre ha sido un refugio para actores que de algún modo, no lograron alcanzar el máximo estatus de estrella, relegados casi siempre en el otoño de su carrera, a reinventarse en formatos que por otro lado, resultan generalmente más libres, lo que les permite de algún modo explorar nuevas formas interpretativas.

La norteamericana Michelle Monaghan, tuvo su momento breve como candidata a novia de América, si bien nunca pudo abandonar su rol como actriz de reparto, y en los papeles que podía lucir mejor como protagonista, buscaba una mirada más firme y severa que la mayoría de compañeras de generación, algo que acabó por alejarla del Hollywood de consumo, llevando su carácter a títulos como 'Blood', en el que interpreta a una madre con dos hijos menores recién separada, que tras mudarse a la antigua granja familiar donde creció, debe hacer frente a una extraña infección del hijo varón, tras ser mordido por un perro.

Tras la cámara, un Brad Anderson responsable de títulos estimables como 'Session 9' (2001), o 'El Maquinista' (2004), que tras un periplo posterior más bien televisivo, al servicio de series de gran prestigio, vuelve a su terreno para hacerse cargo de una historia sobre adicciones, de cierto tono vampírico, a la cual hay que agradecer su naturaleza fúnebre, tanto en el argumento como en la forma estética, sujeta apenas a un par de escenarios, y con unos exteriores yermos, que ayudan a solidificar el tono expositivamente sombrío del que hace gala el film.

Como punto a favor, los personajes tampoco resultan nada condescendientes, la disfuncionalidad familiar deja lugar incluso para sobrepasar algunos umbrales de tolerancia, algo que se incrementa mientras la cinta asume otras vías de tensión, bastante más de género que la propia idea original, configurando esa antipatía poco habitual en el cine norteamericano, la cual se extiende, al mismo tiempo que la infección, por todos los personajes.

En el aspecto negativo, el tratamiento de esa maldad no resulta tan adecuado como el resto de decisiones, bien parece que aluda a cierto concepto kármico, debido al pasado como adicta de la protagonista, con el cual se traza un arco narrativo más bien convencional, que por suerte no afecta a su desenlace, bastante más convincente de lo que suelen acostumbrar este tipo de producciones.

Acompañan a Monaghan en el reparto, unos niños que no desentonan en exceso, que para el resto ya se encarga el maquillaje, y ese cordón sanitario donde se permite experimentar con alguna secuencia realmente incomoda, y un Skeet Ulrich también reciclado, al que cuesta reconocer en su papel de típico padre americano, y al que ese discreto encanto que proporciona la edad, quizá pueda alejarle de su mediocre espectro juvenil de antaño.

Finalmente, 'Blood' dista mucho de ser un trabajo memorable, pero tampoco desentona en la mesa adecuada, esa donde los acostumbrados consumidores de cine norteamericano de terror indie, encontraran que contiene motivos de interés para justificar su visionado, gracias sobre todo a la capacidad de su realizador, un Brad Anderson todoterreno, que sabe guiar con pulso firme un relato con innegables destellos de inspiración.



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