Crítica a 'Golpe de Suerte': El maestro Woody Allen se despide, con un trabajo menor, en números tan redondos como su incomparable filmografía.


 


'Aquel que dijo: más vale tener suerte que talento, conocía la esencia de la vida, la gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende la suerte, asusta pensar cuantas cosas escapan a nuestro control, en un partido hay momentos en que la pelota golpea el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir adelante, o caer hacia atrás, con un poco de suerte sigue hacia delante, y ganas, o no lo hace, y pierdes'

La caída de la Torres Gemelas, precipitó la marcha de  Woody Allen a Europa, con una primera parada en Londres, para rodar la magnífica 'Match Point' (2005), título que  daba inicio a una nueva etapa viajera en su cine, marcado igualmente por sus particulares obsesiones, pero con un giro creativo muy destacado, que tomaba como referencia aquel cine criminal, rodado entre los años 50 y 70 del Siglo pasado en el viejo continente.

No parece casualidad, que para este virtual testamento cinematográfico, Allen haya elegido la palabra suerte como parte del título, y motor de una historia que bien se puede emparejar a uno de los títulos más celebrados de este nuevo milenio, y de su filmografía en general, porque si bien se podía considerar a Match Point una versión más joven y dinámica de 'Delitos y Faltas' (1989), otro de sus trabajos más celebrados, Coup de Chance incide en ese concepto del azar, bajo el habitual envoltorio sofisticado de clase medio-alta, sobre la que suele desarrollar sus historias.

Rodada y ambientada en Paris, y planteando el clásico triángulo amoroso de celos e infidelidades, con la sombra de 'Crimen y Castigo' de Dostoyevski siempre presente, Allen plantea desde el primer minuto, una historia que parece avanzar algo apresurada, con escasas sorpresas para quien conoce su estilo y obra, y donde los diálogos, verdadero punto fuerte de su trabajo, parecen algo descuidados, y bastante más convencionales de lo habitual.

Pese a ello, siempre es fácil encontrar hallazgos narrativos y técnicos, en un trabajo que juega bien en primera mitad con el contraste entre lo bohemio, tan propio de la ciudad de las luces, y lo extremadamente lujoso, un punto donde contar con el maestro Vittorio Storaro en la fotografía, tan pendiente de iluminar el primer espectro interior con tonos cálidos, en contraste con la frialdad más aséptica de los escenarios opulentos, a lo cual se añade un exquisito gusto por los exteriores naturales, que plasman un otoño en París realmente deslumbrante, acaban por conjugar un paseo más que agradable y placentero, pese a no contar con la chispa habitual, por algunos de los lugares comunes en la obra del genio neoyorkino.

Del resto se encarga ese tránsito musical a ritmo de jazz tan reconocible, y un reparto cumplidor de rostros más bien desconocidos por estos lares, compuesto predominantemente por actores franceses, que por otra parte no deja de ser la bandera que porta el film, y cuya implicación resulta más esforzada por lo general, pese a algún destello genuino de sus principales protagonistas, que realmente acompasada con el texto siempre original y genuino que Allen expone.

Con todo, puede que este Golpe de Suerte no sea una de sus obras mas redondas, se nota un cansancio evidente de la fórmula, e incluso cierta torpeza a la hora de disfrazarla, algo que igualmente, no resta para dejar de considerar la cinta por encima de la media de productos de similares características, planteados casi siempre con bastante menos estilo y capacidad.

Finalmente, y cerca de sus noventa primaveras, el señor Allan Stewart Konigsberg se despide, con números redondos, y una de las filmografías más envidiables, longevas, y justamente veneradas de la historia del séptimo arte, con la que supone su película número cincuenta, sabedor de que el tiempo juega en su contra, pero satisfecho de haber podido demostrar con creces, gracias sobre todo a la suerte, el enorme talento que porta como cineasta, y que básicamente se resume, en haber sido uno de los escasos autores que ha sabido plasmar de forma legítima, la inteligencia en la gran pantalla.





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